En Holanda, en el año de 1685, un oso atacó y mató a un hombre. Como consecuencia de este acontecimiento, la comunidad, enardecida y preocupada por su seguridad, solicitó a las autoridades judiciales que se procesara al oso por asesinato.
Una vez que fue conformado el jurado con miembros de la comunidad y seguido el juicio por todas sus fases, el oso fue encontrado culpable y, por lo tanto, condenado a muerte.
Sin embargo, el abogado del plantígrado trató de anular el juicio aduciendo que se habían violado las normas procesales de enjuiciamiento. El alegato se hizo consistir en que las normas de enjuiciamiento criminal establecían que quien fuera llevado a juicio por asesinato debía ser juzgado por sus pares, supuesto que en el caso no se había cumplido, ya que el jurado que había condenado a muerte al plantígrado había sido conformado por seres humanos y no por osos.
Evidentemente, el alegato fue desestimado.